Cada noche, cuando estábamos en la cama prácticamente dormidos, su teléfono sonaba. Ella lo cogía al momento creyendo que yo no me percataba, hablaba flojito, colgaba, salía de la cama sigilosamente y sin cambiarse, se ponía su gabardina y se marchaba. Yo trataba de esperarla, pero siempre me quedaba dormido.
Cada mañana ella estaba a mi lado, en la cama, dormida…me resultaba inquietante.
Hoy he despertado solo, pero anoche cuando estaba en la cama, prácticamente dormido, oí la puerta de la habitación, segundos de silencio, y mi madre me dijo: ¡Has hecho bien, hijo, has hecho bien!
Berta Lacambra 1º bachillerato B