Lo siento
Lo siento por las peleas, por los golpes, por los llantos, por las malas pasadas, por no ser quien tú esperabas. Pero prometo que en mi próxima vida seré otro y te haré tan feliz como mereces.

Nací en bellvitge
Nací en Bellvitge, Hospitalet, el veintiocho de febrero de 1991. Al igual que mis hermanos, empecé a ir a la escuela a los tres años y a los catorce la dejé. Siendo aún un niño entré en el mundo de la delincuencia, siguiendo los pasos de mi familia. Robé una tienda a los quince. A los dieciséis atraqué mi primer banco. Con diecisiete experimenté la sensación de matar a un igual. Recibí mi primer balazo en el pie a los dieciocho. Mi brazo quedó inmóvil e inservible después de una pelea a los diecinueve. Con tan sólo veinte años, una Tokarev de 7,62mm interrumpió el latido de mi corazón. En mi próxima vida, prometo ser otro. Lo juro. Sólo necesito nacer dos barrios más al norte.

El Pecador
__ Esto ha ido demasiado lejos, lo sabe ¿verdad? Si continua así tendrá problemas… ya se lo advertí.
_ Ya sé lo que me dijo. Y no crea que no me meto presión…¡ estoy en una lucha interna! Lo tienen tan fácil todos ellos, sabe, aquellos que desde que tenían uso de razón han tenido esos buenos hábitos, se los han inculcado, y ellos harán lo mismo con sus hijos. En cambio yo… yo… soy incapaz… cada día me levanto sabiendo que es un nuevo día, que puedo mejorar, que soy capaz de no caer en la tentación, de no abrir ese cajón de porquería, pero la tentación es tan fuerte que me obliga a pecar… sé que no tengo remedio doctor… en mi próxima vida prometo ser otro, téngalo por seguro, me cuidaré, comeré sano, y adiós a todos esos problemas y al maldito colesterol. Pero mientras tanto… de algo hay que morir para llegar a mi próxima vida…

El Imitador
Ramón era un hombre tranquilo, aunque poco normal. Conservaba a pocos de sus amigos, ya que muchos de los que había tenido anteriormente, lo consideraban una persona fría y solitaria. Ramón se refugiaba en sus pensamientos, y hablaba muy poco. Siempre pensaba en el porqué de todo aquello que le rodeaba. No se sentía cómodo consigo mismo y deseaba ser otra persona.
De esta manera, Ramón tuvo que encontrar una solución a esa situación crítica en la que se sentía solo y rechazado por ser quien era. Esta llegó cuando descubrió un ocio ideal en el que además de hacer reír a la gente, podía ser quien quisiera por unos instantes. Su felicidad crecía por momentos, pero cuando llegaba a casa y se miraba al espejo, volvía a ser Ramón, el pobre Ramón.
Cerraba el puño con fuerza y decía en voz alta:
“En mi próxima vida, prometo ser otro”.

Silencio
Tren. Vías. Ruido.
Cada día era una precisa y rigurosa copia, donde me dictaban qué hacer, cómo ser, con quién ir. Tenía que complacerles, porque mamá y papá me decían que debía ser buena niña. Yo no les comprendía. Nunca les entendí. Contemplar la luz al final del camino me tranquiliza, ya que aquel peso que había cubierto mis hombros se desvanecía. “En mi próxima vida, prometo ser otra”, me repito, aun sabiendo que nadie me escucha.
Tren. Vías. Silencio.
