Homo sum, humani nihil a me alienum puto
Publi Terenci Àfer
El passat 11 de febrer, els tutors de 2n de batxillerat vam acompanyar els nostres alumnes a les jornades de portes obertes de la UAB. En acabar les nostres obligacions tutorials i lluny de les mirades escrutadores dels nostres estudiants, com que som gent d’un tarannà un tant dissipat, no vam poder deslliurar-nos de la temptació d’un vici secret –lleig, com tots els vicis, i no sé si també reprovable- i vam acostar-nos subreptíciament i amb cert empegueïment cap a un lloc arcà, en el qual es poden sadollar els desitjos més amagats i secrets de l’ànima humana.
Efectivament, ens vam encaminar cap a l’indret convingut, que s’amagava sota l’esotèric nom d’Abacus. I sí, -ho hem de reconèixer- no ho vam poder evitar: vam comprar llibres. I no només una vegada, sinó que, en una disbauxa dels sentits sense aturador, empesos per forces de ben segur malignes, en vam comprar un quants.
En descàrrec nostre, volem que quedi clar que vam dur a terme totes aquestes accions ominoses en el més absolut secretisme, perquè en cap cas volíem escandalitzar ni ser instrument de corrupció dels nostres estimats alumnes, atesa l’obligació que tenim de vetllar per la puresa de les seves ànimes, encara càndides i lluny de la malícia dels adults.
El cas és que jo, que sempre he tingut una tendència més destralera i iconoclasta que el meu benvolgut cotutor, vaig gosar adquirir el llibre Los siete saberes necesarios para la educación del futuro, del filòsof i sociòleg francès –ja se sap, França, pàtria del llibertinatge i la depravació- Edgar Morin.
Encara que tal vegada no vingui a tomb, però amb la voluntat d’enriquir l’interessant debat que es va iniciar en aquest mateix mitjà fa uns dies i sense ànim de polemitzar, voldria compartir amb tots vosaltres algunes de les idees amb què es delecta el gavatx:
Las realidades globales, complejas, se han quebrado; lo humano se ha dislocado; su dimensión biológica, incluyendo el cerebro, se halla encerrada en los departamentos biológicos; sus dimensiones psíquica, social, religiosa y económica están relegadas y separadas unas de otras en los departamentos de ciencias humanas; sus rasgos subjetivos, existenciales y poéticos se encuentran aislados en los departamentos de literatura y poesía. La filosofía que es, por naturaleza, una reflexión sobre todos los problemas humanos, se ha convertido a su vez en un campo encerrado en sí mismo.
Los problemas fundamentales y los problemas globales son evacuados de las ciencias disciplinarias. Sólo están protegidos por la filosofía, pero ya no están alimentados por las aportaciones de las ciencias.
[…]
De hecho, la hiperespecialización impide ver tanto lo global (que fragmenta en parcelas) como lo esencial (que disuelve); impide incluso abordar correctamente los problemas particulares que sólo pueden ser planteados y pensados en su contexto. Ahora bien, los problemas esenciales nunca son parcelados, y los problemas globales son cada vez más esenciales. Mientras que la cultura general incita a la búsqueda de la contextualización de qualquier información o de cualquier idea, la cultura científica y técnica disciplinaria parcela, separa y compartimenta los saberes haciendo cada vez más difícil su contextualización.
Al mismo tiempo, la división de las disciplinas no permite captar “lo que está tejido conjuntamente”, es decir, según el sentido original del término, lo complejo.
El conocimiento especializado es una forma particular de abstracción. La especialización “abs-trae”; en otras palabras, extrae un objeto de su contexto y de su conjunto, rechaza los lazos y las intercomunicaciones con su medio, lo inserta en un sector conceptual abstracto que es el de la disciplina compartimentada, cuyas fronteras quiebran arbitrariamente la sistemicidad (su relación de una parte con el todo) y la multidimensionalidad de los fenómenos; conduce a una abstracción matemática que produce en sí misma una escisión de lo concreto, privilegiando todo cuanto es calculable y formalizable.
[…]
El principio de reducción conduce naturalmente a reducir lo complejo a lo simple, aplicando a la complejidad viva y humana la lógica mecánica y determinista de la máquina artificial. Igualmente, puede obnubilar y conducir a la eliminación de todo lo no cuantificable ni medible, suprimiendo así lo humano de lo humano, es decir, las pasiones, las emociones, los dolores y las alegrías. Igualmente, cuando obedece estrictamente al postulado determinista, el principio de reducción oculta el riesgo, la novedad, la invención.
Jo, ara, lamentablement us he deixar perquè tinc un treball de recerca de Biociències per corregir.
Una abraçada, Jordi.
Josep Maria Sardà, professor de Llengua i literatura catalana i tutor de 2n de batx. B