Y mi madre me dijo: ¡Has hecho bien, hijo, has hecho bien! Una vez más me vienen a la mente sus irónicas palabras. Nunca en la vida había conseguido su aprobación en nada. Ella es demasiado perfecta, incapaz de entender los errores de su propio hijo, un simple mortal agotado ya de esforzarse al máximo y nunca obtener un gesto de cariño. Hace ya demasiado tiempo que me siento frustrado, decepcionado conmigo mismo y ya no puedo más. Llevo varias horas en mi habitación pensando mientras observo mis cosas. La decisión ya está tomada. La voy a echar de menos.
Cecília Giménez 1 de bachillerato A